domingo, 13 de diciembre de 2009

Gracias por tu silencio. Que no es hueco y sí, eterno infinito


Despues de hablar de Etienne Decroux, como no hacerlo del que fue discipulo suyo, el gran Marcel Marceau.
Nació el 22 de marzo de 1923 en Estrasburgo, Francia. Su interés por el arte de la pantomima comenzó desde su infancia, inspirado por artistas del cine mudo como Charlie Chaplin, Buster Keaton, Harry Langdon, Harold Lloyd, y Laurel & Hardy.

En 1944 se matriculó en la Escuela de Arte Dramático "Charles Dullin" del Teatro Sarah Bernhardt en París, donde cursó estudios con su Maestro de la pantomima Etienne Decroux, quién también enseñó a Jean-Louis Barrault. Se reclutó en el primer Ejército de Liberación y participo en la campaña alemana, al lado de las tropas americanas.

En mayo de 1946, entró a la Compañía de Barrault, y se le asignó la interpretación del papel del Arlequín en la pantomima Baptiste, papel interpretado por el mismo Barrault en la famosa película Les Enfants du Paradis. Marceau continuó trabajando con Decroux hasta 1948.


En 1947, Marcel Marceau creó su famoso personaje, "Bip", con una cara blanca, ropa de payaso de anchos pantalones, una camisa marinera y una chistera vieja y deformada.

Algunos clásicos de su repertorio son: "El fabricante de máscaras", "El jardín Público", y el famoso "Adolescencia, madurez, vejez y muerte", del que un crítico dijo, "él logró en menos de cinco minutos lo que la mayoría de novelistas no hacen en volúmenes."

En 1948 recibió el famoso premio Deburau (establecido en memoria del grande del siglo 19, Pierrot). Marcel Marceau fundó su Compañía de pantomima Marcel Marceau - La única compañía de pantomima en el mundo en esa época - y se presentó en los mejores teatros de París así como también en otros teatros de Europa, Canadá y América del Sur. Con su compañía, produjo, dirigió y presentó 26 mimodramas, incluyendo "Pierrot de Montmartre", "The 3 Wigs", "The Pawn Shop", "14th July", "The Wolf of Tsu-Ku-Mi", "Paris laughs - Paris cries", y "Don Juan".

Marcel Marceau realizó su primera gira por los Estados Unidos de América en 1955-56, poco tiempo después de su debut en Norte América en el Festival de Stratford (Ontario). Esta primera gira en los Estados Unidos terminó exitosamente en el "City Center" de Nueva York en la primavera de 1956 después de hacer presentaciones ante un gran número de personas en San Francisco, Chicago, Washington, Philadelphia, Los Angeles, y otras grandes ciudades y universidades.

Desde entonces, regularmente realizó giras en los Estados Unidos de América durante más de 40 años y sus giras transcontinentales incluyeron a América del Sur, el norte y el sur de África, Israel, Australia y Nueva Zelandia, Japón, India, China, Asia sudoriental , Rusia y toda Europa.

Su Escuela Internacional de Mimodrama ha sido subsidiada por la Ciudad de París desde 1978. En ella enseñó a sus alumnos, que el mimodrama es un reflejo, una manera de transmitir la tragedia, la violencia, la injusticia, los placeres y todos los valores de la sociedad, basándose en las raíces de la historia. “El mimo es teatro profundo responsabilizando al cuerpo y al movimiento a una máxima dificultad para hacer visible lo invisible. El mimodrama es gramática y lenguaje en el silencio de los mimos”.

“El silencio no existe… En el escenario habla mi alma, y ese respeto al silencio es capaz de tocar a la gente, más profundamente que cualquier palabra”

Hemos encontrado este texto de Randol Peresalas (La Habana) extraido de Juventud Rebelde, nos ha parecido muy interesante, ya que transmite la fascinación de alguien que pudo disfrutar del gran mimo.

"Si mañana una catástrofe inesperada acabara con el mundo, con los cimientos de toda especie y hasta con el recuerdo, entonces nos quedaría el silencio. Si eso pasara, habría pues un tierno sobreviviente bajo esas ruinas; un hombrecillo delgado y de sombrero maltrecho que prefiere el mutismo y cuyo nombre sería Marcel Marceau.
Desde temprano se inclinó por la danza y la plástica, en una búsqueda confesada de llegar al gran público mediante un lenguaje sintético que prescindiera de la palabra. No es extraño entonces que terminara en la pantomima, en el arte del gesto eficaz, y que encontrara allí la forma idónea para comunicar sus más urgentes inquietudes.

Aclamado en medio mundo por su técnica depurada y singular estilo, la corta estancia en La Habana de este ilustre octogenario pudiera dar la impresión de que llegó hasta nosotros con el solo propósito de abarrotar un teatro. Mas eso sería ridículo. Marcel Marceau no es hombre de alardes semejantes; prefiere guardar ese término para la escena donde, ahí sí es mucho más que alarde lo suyo: es virtuosismo, magia. Además, sería risible también porque un artista de su talla, con toda esa fama que ha cargado por décadas con nobleza de caballero, no necesita llenar un gran auditorio para demostrar su gracia. Basta con referir su nombre y no habrá sala, plaza o sitio que no se colme y hasta se desborde.

Lo mejor de Marcel Marceau es el nombre del espectáculo que nos convocó a la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, impresionante por varias razones. Solo una, tal vez la más obvia, sería suficiente para ilustrar: ¿Es capaz todavía Marcel Marceau de conmover al público solo mediante el silencio? ¿Es capaz de hacerlo en este comienzo de siglo marcado por la palabra, hablada y escrita, y por el desdibujo de valores tales como la solidaridad y la tolerancia? Pues sí, lo es. Y no vean en esta afirmación un halago fatuo al genio. Me puedo contar entre los que ya percibieron en el énfasis de sus gestos el irrevocable desgaste que trae la vejez. Sin embargo, no es esa la idea. Lo extraordinario de este hombre es su recia voluntad para hacer trascender los mensajes, para que esos valores no luzcan anquilosados y, al contrario, reverdezcan con el paso del tiempo.
Marcel Marceau es consciente de que toda época conlleva una meta. Su obra se ha adaptado a cada momento, y sin perder la perspectiva del género que cultiva le ha insuflado a sus personajes el hálito justo que los hace evolucionar, mantenerse. La meta para este artista parece ser la calma, el reposo sabio desde donde es posible combatir al odio y la ignorancia. Él sabe que ambas debilidades del espíritu, por ser irracionales, pueden llegar a ser devastadoras. Pero tranquilos, parece decirnos en cada ademán: el antídoto es el silencio, esa música interior, como le gusta llamarlo.

Durante esa noche los asistentes disfrutaron de sus pantomimas de estilo, acicaladas con un ligero matiz filosófico que en lo absoluto obstaculizó la identificación de conflictos persistentes en las relaciones humanas. Una pieza como Los burócratas movió en más de una ocasión a la reflexión mediante la risa. El gracioso y cuidadoso trazado escénico concebido por Marceau para que su vulnerable personaje se desplazara, alcanza su dosis de mordacidad más elocuente en la medida en que la comicidad brota del absurdo.

Luego le tocó el turno a las pantomimas de Bip, el célebre hombrecillo de cara blanca y chistera vieja con una flor roja, creado por él en 1947, y en el que no pocos han notado una ascendencia en el Pierrot de la Comedia del arte y en el Charlot de Chaplin. De él ha dicho Marceau que es un Quijote contemporáneo que se enfrenta a los molinos de hoy. Y no cabe dudas de que lo es. El idealismo de Bip no tiene límites; su poder de convocatoria para hacer el bien y ver la vida con optimismo sigue intacto.
Su último número de la noche, El fabricante de máscaras, fue el punto culminante del espectáculo. Tragicomedia desgarradora que muestra el drama de la vida: la búsqueda de la felicidad. Esos minutos finales en los cuales aquel hombre trata de quitarse la máscara de expresión feliz que se le quedó trabada, son sublimes.

Es ante piezas como esta donde los mortales le debemos una reverencia al genio. Es ante cosas así cuando uno comienza a sorprenderse de sí mismo por haber estado casi dos horas frente a un hombre que no ha hecho otra cosa que posar sus manos en el vacío y hacerte creer que allí había volumen.

Llegado a este punto uno no puede más que seguir creyéndole cada pose, cada mirada, cada objeto que dice coger. Y es que de lo contrario no creeríamos en Marcel Marceau, quien lo único que quiere para nosotros es el destino de su fabricante, con la mínima pero imprescindible diferencia de que sea a voluntad.

Gracias Marcel Marceau por tu silencio. Por demostrarnos que no es hueco y sí eterno, infinito.

jueves, 10 de diciembre de 2009

El mimo corpora dramático. La escuela de Decroux.

El mimo corporal o mimo dramático es un tipo de teatro físico creado por Étienne Decroux (1898 - 1991) y desarrollado por sus ayudantes y nuevas generaciones de profesionales. El mimo corporal es un arte dramático del movimiento. En esto se diferencia de la pantomima, que es más un intento de cambiar palabras por gestos.
El objetivo del mimo corporal dramático es de introducir el drama dentro del cuerpo. En este medio, el mimo debe aplicar al movimiento físico esos principios que estén en el corazón del drama: pausa, vacilación, peso, resistencia y sorpresa. El mimo corporal dramático quiere representar lo invisible; emociones, tendencias, dudas, pensamientos.
La pedagogía del mimo corporal permite al actor adquirir un estado mayor de autonomía, multiplicando sus posibilidades físicas e imaginativas a través del estudio de una técnica.
El actor puede interpretar piezas con o sin texto, eso es una elección estilística, y no una condición sine qua non del mimo corporal.
Por estos elementos pedagógicos, el mimo corporal hoy se utiliza como una herramienta en el mundo de las escuelas y de las universidades de teatro, está enseñado como una técnica de interpretación corporal.
El mimo corporal dramático de Etienne Decroux toma el cuerpo como principal medio de expresión y al actor/actriz como punto de partida para la creación, con el objetivo de 'hacer visible lo invisible' (E. Decroux), permitiéndole así mostrar el pensamiento a través del movimiento.
Arte del movimiento más que arte del silencio. El mimo corporal dramático es sobre todo el arte del actor. El actor, independientemente de cualquiera que sea su ambición artística, ha de estar sobre todo presente en escena, y esta presencia se mide a través de su cuerpo.
Éste es su medio de expresión. El cuerpo es el que sostiene el traje, es lo primero que verá el espectador, el cuerpo es el que lleva la voz. Es el esqueleto, la mano en el guante.
Tomando el cuerpo como el centro de sus investigaciones, el/a actor/actriz de mimo corporal busca reconstruir la esencia del drama, integrar en el cuerpo los principios de una acción o de una situación dramática - desequilibrio, inestabilidad, causalidades, ritmo - consiguiendo así el control de estos estados. El actor se convierte en escultor y escultura, artesano de una inscripción del pensamiento en el espacio y materia de su propio trabajo.

Aquí os dejo unos vídeos de algunas figuras suyas. Unas hechas por unos actores, y otras por Decroux mismo. Vaya pintillas se gastaba para trabajar. Pero quedaros con la limpieza de los ejercicios.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

El mimo dramático

El mimo corporal o mimo dramático es un tipo de teatro físico creado por Étienne Decroux (1898 - 1991) y desarrollado por sus ayudantes y nuevas generaciones de profesionales. El mimo corporal es un arte dramático del movimiento. En esto se diferencia de la pantomima, que es más un intento de cambiar palabras por gestos.
El objetivo del mimo corporal dramático es de introducir el drama dentro del cuerpo. En este medio, el mimo debe aplicar al movimiento físico esos principios que estén en el corazón del drama: pausa, vacilación, peso, resistencia y sorpresa. El mimo corporal dramático quiere representar lo invisible; emociones, tendencias, dudas, pensamientos.
La pedagogía del mimo corporal permite al actor adquirir un estado mayor de autonomía, multiplicando sus posibilidades físicas e imaginativas a través del estudio de una técnica.
El actor puede interpretar piezas con o sin texto, eso es una elección estilística, y no una condición sine qua non del mimo corporal.
Por estos elementos pedagógicos, el mimo corporal hoy se utiliza como una herramienta en el mundo de las escuelas y de las universidades de teatro, está enseñado como una técnica de interpretación corporal.
El mimo corporal dramático de Etienne Decroux toma el cuerpo como principal medio de expresión y al actor/actriz como punto de partida para la creación, con el objetivo de 'hacer visible lo invisible' (E. Decroux), permitiéndole así mostrar el pensamiento a través del movimiento.
Arte del movimiento más que arte del silencio. El mimo corporal dramático es sobre todo el arte del actor. El actor, independientemente de cualquiera que sea su ambición artística, ha de estar sobre todo presente en escena, y esta presencia se mide a través de su cuerpo.
Éste es su medio de expresión. El cuerpo es el que sostiene el traje, es lo primero que verá el espectador, el cuerpo es el que lleva la voz. Es el esqueleto, la mano en el guante.
Tomando el cuerpo como el centro de sus investigaciones, el/a actor/actriz de mimo corporal busca reconstruir la esencia del drama, integrar en el cuerpo los principios de una acción o de una situación dramática - desequilibrio, inestabilidad, causalidades, ritmo - consiguiendo así el control de estos estados. El actor se convierte en escultor y escultura, artesano de una inscripción del pensamiento en el espacio y materia de su propio trabajo.

Aquí os dejo unos vídeos de algunas figuras suyas. Unas hechas por unos actores, y otras por Decroux mismo. Vaya pintillas se gastaba para trabajar. Pero quedaros con la limpieza de los ejercicios.

http://www.youtube.com/watch?v=VOHwbw-9CFg



Saludos gestuales